En el bosque frondoso
de la memoria que rezuma
añoranzas y vida,
las hojas secas y arrugadas
avejentadas por las horas ambiguas
del tiempo numerado
de los días corridos,
caen con sinuoso meneo
sobre las telarañas
de esos momentos
congelados,
en el latir quebrado
de un corazón
que siente el golpe
del instante
de esa añoranza
que peregrina perdida
en las tinieblas
de la mente,
al borde del abismo
de la duda,
donde crece
el húmedo musgo
de la desconfianza,
entretanto el pensamiento
se desnuda,
ante los susurros sueltos
de unos recuerdos dispersos,
que vuelan como vencejos
en el bosque frondoso
de la memoria.
Pippo Bunorrotri.