En el papiro del tiempo
corren las horas
de las palabras dichas:
en los gritos,
en los minutos,
en los susurros,
en los segundos,
hacia ese silencio
de los secretos.
En las celdas
de la memoria
se custodian
los papiros del tiempo,
esos que conservan
las palabras escritas,
de los misterios
de los días
de una existencia.
En el horizonte
de la mente,
las palabras se colocan,
los misterios de alineas,
los secretos se perfilan,
para circunscribirse
en los papiros del tiempo.
Pippo Bunorrotri.
Detrás de la tristeza
de una mujer
que mira el horizonte
sin arredrarse
ante el vacío,
veía los recuerdos
de un ayer retirado
entre las lagrimas
de una añoranza
cercana,
dos sombras desnudas
amándose
en la pasión,
con el placer
de un deseo.
No le intimidaba
el recuerdo,
si el anhelo
de ese instante
que se ha acostumbrado
a su sueño,
y allí seguía
en el horizonte
de su mirada
esperando
a las tinieblas
de la noche
de su sueño.
Los recuerdos
van y vienen,
detrás de la tristeza
de una mujer,
que mira el horizonte
abrazándose al silencio
de una añoranza
que la envuelve
con la piel
de la memoria,
mientras acaricia
la desnudez
de sus brazos
pensando
en el ayer
retirado.
Pippo Bunorrotri.
No puedo eludir
las tiernas caricias
de la pasión
de tu deseo,
en ese momento
audaz,
que se acuna
en el balanceo
de la lejanía
de mi anhelo.
Adentrémonos
en ese mundo
de nubes descuidadas,
entreguémonos
a nuestro sueño compartido,
donde tú eres
la emoción
de mi querer
y yo soy la sombra
del sentir de tu pena
y pintemos
de arco iris
la noche de pasión
de nuestro anhelo.
Pippo Bunorrotri.
Susúrrame
con tu voz blanca
y en el delirio
de nuestro deseo,
deja
que el erotismo
de mi arrebato,
se engarce
en el frenesí
de ese erotismo tuyo,
que enciende
el rescoldo
de la llama.
Susúrrame
con tu voz blanca
esas palabras
que calman,
la envilecida
y lasciva
pasión,
de un deseo
que arde
en el erotismo
de la mirada.
Pippo Bunorrotri.
Háblame,
con tu voz entonada
de soprano,
marcando el drama
de nuestros días.
Háblame,
con la voz blanca
del cálido sentir,
acariciando,
con el arrullar
de su sonido,
los sueños
de nuestra vida,
deja
que el contra alto
de tú voz
se quede
en el oscuro
vacío.
Dejemos
que tu voz
de soprano
y mi voz
de barítono
se encuentren
en el azul cielo
de nuestro sueño.
Pippo Bunorrotri.
Las quimeras perdidas
en las páginas blancas
de un libro sin pastas
lleno de tiempo,
que son el anhelo
de unas horas
escamoteadas
al ensueño
de una realidad
que sempre agrega
puntos y comas
al escrito
de su historia;
esa historia escrita
en ese momento
en que la emoción
viene del recogimiento
del silencio,
dejando una pagina
subrayada en blanco
de ese instante
sincero.
Pippo Bunorrotri.
La ultima hora
del atardecer cansado
se calienta
en el rojo ardiente
de un horizonte
que se esconde
en las sombras
de la noche clara.
Tú te conviertes
en ese sueño
de mi corazón,
que necesita
la tormenta
de mi alma
para sentir
el calor del amor
en el atardecer cansado,
entre las sombras
de la noche clara.
Pippo Bunorrotri.
El cielo sin estrellas
vestía de negro,
el viento
una lengua de hielo,
en la noche
del largo suspiro
donde el ardiente sentir
era un tizón mortecino.
En la noche
del largo suspiro,
el estremecimiento
era el adiós eterno
de los recuerdos
que se quedan
en el moteado universo
de un agotado
cuerpo abatido
por el tiempo.
En la noche
del largo suspiro,
quedan los gritos
del silencio,
los reproches
sin razón,
el dolor
sin violencia,
las humillaciones sufridas,
la razón sentida.
El cielo sin estrellas
vestida de negro
en la oscura platea,
el viento
una lengua de hielo
en la noche
del largo suspiro,
el lamento de tu voz
profana
en la soledad
del silencio,
antes de exhalar
el último aliento.
Pippo Bunorrotri.
Sin ti…,
desaparece la risa,
y la sonrisa
es una mueca torcida
en el jubilo
de mi mirada.
Sin ti…,
desaparece la noche
en el desganado día
que traía
la esperanza
de un anhelo.
Sin ti…,
la felicidad se ausenta
en los sueños
de una noche oscura
harta de la espera;
de la sonrisa,
de la mirada,
de ese rostro tuyo
que marca mi camino
e ilumina
mis sombríos días.
Sin ti…,
mi corazón
es un cofre vacío
lleno de semillas
estériles,
corrompiéndose
en la espera.
Sin ti…,
sería una flor
sin pétalos,
un árbol
sin ramas,
sería un cambo
baldío.
Pippo Bunorrotri.
En la larga avenida
del destino peregrinado,
mi sombra perezosa
en el atardecer
desconocido,
se adentre en la niebla,
que lentamente
con su manto cubre
los días de la añoranza
de mi existencia,
mientras yo escucho
los latidos del corazón
arrancándome
esa melancólica sonrisa
donde, con temor,
se asoman
los recuerdos.
En la lenta
somnolencia
de la evocación,
serpentea una luz
que ilustra las sombras
de la memoria,
en ese pétreo
anochecer
de las evocaciones,
que se esconden
tras la niebla
que desciende
de la montaña
para reencontrarse
con mi sonrisa.
Así es la vida.
Tu existencia gira
entorno
a la memoria
de un recuerdo.
Pippo Bunorrotri.
Cuando camines
en la soledad
de un desengaño,
entre folios estrujados,
entre palabras desgastadas,
entre retratos descoloridos;
búscame en el soplo
del viento calmo,
en ese momento
indolente
del loco arrebato.
Búscame en el crepúsculo
del amanecer azorado,
siguiendo las pisadas
en el húmedo orvallo
de un verde campo.
Búscame en las agitadas olas
del bullanguero mar,
sobre la pálida arena
de la playa
de tus lágrimas.
Búscame en ese retrato
de infinitas líneas
que en la noche
de San Juan,
dibuje con los pinceles
de mis dedos
en el lienzo de tu piel,
en el hallaras el silencio
de mis palabras,
rebelándote
él porque
de nuestro silencio.
Búscame en el atardecer
de tus sollozos
lastimeros,
de tus gemidos
sentidos,
cuando el sol
se oculte
tras el horizonte
dorado del crepúsculo.
Búscame en el silencio
de la negra noche
con pálida luna,
cuando la oscuridad
encierre la luz
en el cristal
de la mirada,
cuando el latido
del herido corazón
es anhelante.
Pippo Bunorrotri.
En una noche
sin estrellas
de una primavera
ardiente,
aposente mi corazón
en el templo
de la blanca luna
donde
el sublime amor florecía,
bese el roció de tu boca,
bebí una copa de suspiros
de tus labios aterciopelados.
Cabalgue en el jadeo
de la pasión desmedida,
mi incontrolable deseo
en tu vientre deposite,
lentamente
con el anhelo
de tu dicha.
De tus pechos aromáticos,
balsámicos del sentir,
brotaron margaritas
de manzanilla,
sosiego y reposo
de nuestro impetuoso deseo,
con el cincel de tus manos
esculpiste mi espalda,
con el pincel de mis dedos
retrate tu figura,
esencia infinita
de mis sentidos.
Tú silencio,
mi silencio,
salen de la nada
para firmar
el perpetuo recuerdo,
y mis pies caminaron
por la huella
de tus pies ámbar
para siempre.
Tal vez esa noche
y ese para siempre
no existan en el ahora
y solo sea un perfume
en el templo
de la memoria.
Pippo Bunorrotri.
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