Sin anestesia.
Así me llegan sus besos.
En la boca, en el cuello, en el lóbulo de la oreja, en el hombro, en el vientre, en el pubis. Y baja a mis pies, al empeine, a cada dedo. Cosquillas y risas. Mira que es perverso.
Y sube, columpiándose en cada centímetro de mi piel, recreándose en cada escalofrío.
Y sube.
Y para.
Y ya no son solo besos.
Y ya soy mil escalofrios.
Y estallo.
Sin anestesia.
Me toca…
José María Roa Bárcena / Por Alberto Calderón P.

Un personaje del siglo XIX que con el paso del tiempo ha quedado en el olvido, es de los autores que a pesar de su importante obra, ahora nadie lo recuerda y mucho menos se busca para acercarse a sus lecturas, a pesar de haber sido el iniciador del cuento moderno en nuestro país con su relato “Noche de raso”. No se acerca el día de su natalici, él vino al mundo en esta ciudad de Xalapa el 3 de septiembre de 1827; tampoco es su obituario, éste se dio el 21 del mismo mes pero del año 1908, estas notas son un pequeño reconocimiento a su persona y a su obra.
Las raíces profundas de la historia de nuestra ciudad están hechas de hombres como él, no quisiera que con el paso de los años quedara en el olvido total y su único vestigio fuera el nombre…
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Como me ves me ví, como me ves te verás/ Por Édgar Landa Hernández

Édgar Landa Hernández / Sus ojos denotaban el paso inexorable del tiempo, el escaso brillo ahora era opacado por unas pequeñas manchas blancas llamadas cataratas.
Él estaba ahí, sentado en una mecedora elaborada de ixtle, quieto, mirando hacia lo lejos. Algunas veces se llevaba las manos a su rostro y suspiraba. Hoy, para todos era el anciano, el inútil que ya no podía valerse por sí mismo, aquel que contaba repetidamente sus historias y eso lo volvía a la vida, mas no a su familia que ya a estas alturas lo consideraban un estorbo.
Su piel curtida por los años, surcos que atestiguaban el trabajo a lo largo de toda una vida. Su entrecejo marcado, sus arrugas cubrían gran parte de su rostro y se notaban más cuando sonreía, su escasa dentadura lo hacía verse diferente.
Cuando lograba ponerse de pie, era todo un triunfo, su cuerpo encorvado era…
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TÍA DE ENSUEÑO
Soñé una vez
que una especie
de babosa
con forma
de pañuelo
de piel
de serpiente
me salía por la nariz
cual moco ardiente.
Era flexible, negra
con toques naranjas,
brillo viscoso,
y pertenecíale a ella.
Ella me lo entregó
con toda su bondad,
para que al salir el sol
olvidárase del mal.
Y tras este trauma,
a veces indago
y exploro en círculos,
óvalos y elipses,
a ver si vuelvo
a encontrarme
con este extraño
«pañuelo»
que una vez
salió, en sueños,
de mis narices.