Un puente de hierro “Ponte Ferrato”
su nombre le dio a esta villa que hoy es ciudad
donde dos ríos “Sil y Boeza” confluyen
siendo cuna de un valle misterioso y señorial
que la historia ha hecho templaría
pues en ella la orden de los templarios
su castillo exhibe con orgullo y pres tanza
pues al cielo lo alzaron
para proteger el camino
que peregrinos hacían el camino de Santiago
ya que ante el querían postrarse
pidiéndole lisonjas y parabienes.
Cuna fue de Templarios,
de Señoríos y Condes también
que antaño la villa protegían,
regían y esquilaban,
que leyendas han dejado
de sus desmanes,
como un rey leones “Fernando II”
sus fueros le concedió.
En los largos días de otoño
la niebla, pálida ella,
y sutil también,
la ciudad cubre con su manto frío
vagando callada y sombría
sin sosiego la muy puñetera
con sus sombras y sus misterios
recorriendo este valle de ensueño
como las ondas de sus ríos.
Por sus calles, en esa edad transitoria
en que las ganas y desgana
son la espumosa cascada
de agua cristalina de tu día a día
que se llama pubertad,
que no eres niño ni adulto,
desgrane mis sueños,
encontré ilusiones y pasiones
que un día en la ciudad deje,
pues mi destino
a otros lugares me llevo,
donde ilusiones y pasiones empecé,
aunque en la oscura noche
al mirar la luna
por mi memoria peregrinan,
como peregrinos del camino de Santiago,
los recuerdos de aquellos alocados años
que tus calles pasee,
y hoy con estos versos quiero agradecer
pues son recuerdos de un ayer ilusionado
que hasta aquí me han traído
sin olvidar a la villa, a la ciudad
que mi juventud se llevo.