UNA TARDE DE TRISTEZA

La mente,

ese paraninfo recurrente del discernir

en una tarde de tristeza

tortuosos caminos conspira

mas las manos en su cátedra especula.

En una tarde de tristeza

recostada en tu sofá

la incertidumbre cabalga

mientras tu mano un cuerpo dibuja

sintiendo su presencia en silencio.

En una tarde de tristeza

el grito se pierde

en el llanto del encierro

dejando huella del funesto momento

mientras una brazos te abrazan.

En una tarde de tristeza

alzas la queja del desamor

mezclando pasado con destino

cuando el pasado es dolor

y el destino lo pintas de rosa

los ojos bajas del quebranto

encontrándote con la mirada

del causante de tu tribulación,

mas este sorprendido

a tú tristeza pregunta

por tú queja.

¡Qué locura! Responde

la culpa de tú tristeza

que solo quiere sellar tu boca

con un beso,

con las caricias de tú piel,

pues otros labios el deleite

de su beso no quiere encontrar

y las caricias saben a hiel y amargura.

En una tarde de tristeza

lagrimas resbalan por tu rostro,

lagrimas de dudas

de la sin razón

mas el culpable de tú tristeza

solo quiere abrazarte entres sus brazos

para que alivies el llanto de la sin razón

y bebas de su boca

el gozo de su pasión

para que olvides el origen

de esa tarde de tristeza

pues no hay razón.

LAS MANOS

Estas manos que abro

Estas manos que tiendo

centinelas celosas

de los secretos que palpo,

que sigilosas se mueve

en el infinito viento.

Las dos son iguales,

diferentes son,

describen vehemencia

moviéndose libres,

una hacia la izquierda

la otra hacia la derecha,

sin saber lo que hace la una o la otra

aunque

las dos se complementan

en la tenue

tristeza que las envuelve.

Las dos son siervas

del corazón y la mente,

con sus finos dedos,

esos pinceles del sentir,

recrean las caricias

sobre el lienzo de una piel,

propia o ajena,

con delirio y esperanza

con precisión imprecisa,

ya que

el corazón las gobierna.

Las dos obedecen

a la mente indecisa

ejecutando

con precisión precisa

lo que esta dispone

sin preguntar el porqué,

sólo les preocupa

el cómo y el cuándo,

aunque este último

es inmediato,

y el otro es innato.

Las manos ejecutan,

sienten y padecen,

se ensucian,

se impregnan de aromas

que luego

en un santiamén

el agua y el viento

se llevan en su correr

dejando tristeza

o alegría,

depende del momento

y de la dirección del viento.

Las manos pintan cuadros,

esculpen figuras de barro,

rompen jarrones chinos

e ídolos del sentir,

escriben poemas

de la vida,

del amor

y del desamor

también.

Las manos

firman contratos

y abrazos,

son

pálidas ejecutoras

de deseos,

empuñando el florín

del ego y la avaricia,

pues

hasta la muerte,

dama de la oscura noche,

sus servicios prestan.

Las manos,

que en el viento se mueven,

que en el agua se sumergen

que en el día vuelan

y en la noche

caminan sigilosas

en el silencio

recorriendo

el desnudo cuerpo

de un sueño.

Las manos son un misterio

lo mismo aceptan amistades

que amenazas disuelve

de los errores del hombre

pues a él le acompañan

a donde valla,

siendo el siervo fiel

que todo lo toca

dejando su huella

en el recuerdo del ayer.

Dame la mano y dancemos…

La danza de la vida

Dame la mano y levantémonos…

Sin dolor

Dame la mano y olvidemos…

Nuestro rencor

Dame la mano y sembremos…

La semilla del amor

Dame la mano y caminemos…

Nada más.