LA CIUDAD

Ruge la ciudad

en el incierto caos

del crepúsculo del atardecer

dejando atrás

sueños incumplidos,

preocupaciones inciertas,

miserias certeras,

de unas vidas

apresadas en el insomnio

de los pesares,

adentrándose en la noche de los sueños

con la esperanza de que,

en el crepúsculo de la aurora,

reaparezcan nuevas ilusiones.

Ruge la ciudad

de dolores propios y ajenos

entre las líneas rectas y quebradas

de hormigón y cristal,

de logaritmos inventados

en el templo de un soñador

que estoicamente soportan

el paso del tiempo,

y del rugir de la ciudad,

desafiando al viento y a la lluvia,

provocando pregunta y respuestas

del silencio de corazones atribulados.

Ruge la ciudad

y en sus cortinas de cristal

se reflejan , como sombras,

el sol, la luna y el mar,

las estrellas sus puntas dibujan

que las nubes tiñen de gris

que invitan a soñar,

a traviesos señores

que duendes son de la ciudad.

La ciudad vacía nunca esta

en su elíptico estomago

bulle la actividad

de moradores inquietos,

de almas atormentadas,

en busca de sus sueños perdidos

entre el asfalto, el hormigón y el cristal.