SUSURROS DEL PRETÉRITO XI

»Si tú pensabas que era digno de publicarse, él aceptaría tu criterio. Además, me dijo que, si a él le sucediese algo durante ese año, que no le permitiese cumplir con su palabra, su promesa, yo, su compañera, debería entregarte los manuscritos de inmediato y dejar que tú, Nicolás, dispusieras de ellos como mejor creyeses. Bien entendido que si tú decidieses que se publicasen, te tendrías que encargar de todo lo que fuera preciso. Por lo que tú, Nicolás Beltrán, percibirías el veinticinco por ciento de cualquier beneficio que generen sus manuscritos, sin discusión alguna por mi parte ni tampoco por la tuya. Pero si tú, como guardián, albacea y destinatario de sus escritos, pensases que no son apropiados para ver la luz, para ser publicados, deberías devolverme los manuscritos, y, que yo en tu presencia, sin miramiento de ningún tipo por mi parte, debería inmediatamente destruirlos, desde la primera hasta la última página. No debería ni intentar tan siquiera conseguir o buscar una segunda opinión. Estas advertencias le sobresaltaron –dijo Letizia–, estuve a punto de reírme de Pascual por mostrarse tan solemne mientras me lo decía, pero me contuve, pues sus ojos negros me mostraron que estaba hablando en serio.

»Toda esta estrambótica escena era contraria a su carácter, a su forma de ser y proceder. Al menos la que yo conocía. En aquel momento me pregunté, y aún es el día de hoy que me lo preguntó, si no tendría algo que ver todo ello con por el simple hecho de que yo acababa de quedarme embarazada. Quizá la idea de la paternidad le había dado a Pascual una nueva dimensión de la responsabilidad, quizás él estaba tan resuelto a demostrar sus buenas intenciones que había exagerado en el planteamiento. Fuera cual fuere la razón, yo me alegré, en aquel instante, de que hubiera cambiado de idea.

–¿Por qué yo? –le pregunte.

Leticia no contestó a mi pregunta de inmediato. Simplemente se encogió de hombros, con los ojos humedecidos en lágrimas, y con una sonrisa en sus labios, dijo:

–Pues, según Pascual, por tu mente abierta, Nicolás. Por tu falta absoluta de conocimiento de lo que él había estado haciendo y por tu increíble frescura ante lo desconocido, que para nada es sofocante. Por tu mente abierta de analista perspicaz…

–En los días posteriores, y durante semanas, a que Pascual me comunicase su decisión de nombrarte su albacea en relación a sus asuntos más personales, a medida que iba avanzando el embarazo, comencé a soñar secretamente en lo más profundo de mi interior con el éxito de Fonseca, con la esperanza de poder criar al niño al lado de Pascual sin ninguna preocupación, formando una familia unida… Pero, por lo visto, todo ha salido mal, por supuesto, la promesa de Pascual quedó pronto olvidada, perdida en el laberinto del tiempo, de las horas de los días siguientes a su misteriosa y absurda desaparición.

»Tiempo más tarde…, por eso tu presencia en esta casa, cuando he empezado a asumir definitivamente su desaparición, a todas luces incomprensible, sin tener una razón para ello que lo justifique, no me he podido resistir a llevar a cabo las instrucciones que ese día me dio Pascual Fonseca, aún no sé si es lo más acertado. No por ti, Nicolás, sino por miedo a que esta decisión que he tomado me traiga más problemas de los debidos, con las personas de su familia.

»Pero finalmente, como puedes ver, he cedido a su palabra, comprendiendo que debía respetar la voluntad de Pascual. Por eso me he tomado la libertad de escribirte. Ese es el motivo por el cual tú estás ahora sentado frente a mí en ese sillón, que, por cierto, era el preferido de Pascual, espero que no sea una incomodidad para ti, ni que te suponga algún quebradero de cabeza.

–Sé que Pascual Fonseca no ha estado en contacto contigo desde los tiempos de la universidad. No sé el motivo de vuestro distanciamiento, nunca me lo contó –me dijo.

»Pero me hablaba a menudo de su querido amigo Nicolás y cada vez que mencionaba tu nombre, te describía como el mejor amigo del mundo, el único amigo verdadero que él había tenido. También se las había arreglado para estar al tanto de tu vida y milagros. Que te habías casado, que te habías separado, que tenías hijos. Estaba al día de tu familia y, sobre todo de tu trabajo.

»Compraba siempre las revistas en las que aparecían tus artículos y a veces incluso me los leía en voz alta, los recortaba y guardaba en una carpeta que se encuentra en un cajón de la mesa de su escritorio. Admiraba lo que estabas haciendo, estaba orgulloso de ti y pensaba que habías nacido para hacer algo importante dejando tu impronta en ello. Seguramente, exageraba…, sería amor o cariño de amigo, admiración, más bien, diría yo.

»No creo que fuese envidia, no existía esa palabra en su diccionario… ¿Voy a buscarlos para enseñártelos? Vigila al pequeño Benjamín mientras te los traigo

–Está claro –dije–, que tardaré algún tiempo en revisar todo el material que hay aquí.

–No te preocupes, el tiempo que precises para decidir, no tengo prisa –me contestó Letizia–. Lo que realmente siento, de verdad, es tener que cargarte con semejante tarea.

–Puedes estar muy tranquila –le conteste–, comprendo perfectamente que tú no puedas, o no quieras, negarte a cumplir la palabra de tu marido, Pascual. En tal caso, soy yo el único que te puede liberar de ella, negándome a aceptarlo, pero entonces no sería justo con la memoria de mi amigo Pafo, y, de alguna manera, creo que yo se lo debo.

Nos quedamos mirándonos durante unos breves e interminables segundos sin articular palabra alguna. Yo no sabía qué decir, buscaba en mi interior las palabras… El silencio de esos breves segundos se rompió con su voz al decirme:

–Pues bien, que así sea. ¿Te quedas a cenar con Ben y conmigo?

–No, no puede ser esta vez, la próxima cuando haya revisado todo esto. Hoy tengo un compromiso.

Mentí, pues no tenía ningún compromiso. La verdad es que deseaba estar solo con mis recuerdos del pasado y tratando de adelantarme a los acontecimientos del futuro.

–Como quieras, pero que te conste que estás invitado de corazón.

–Ya lo sé, pero no puedo quedarme, de verdad. Cuando haya revisado todo esto, te llamaré para decirte lo que haremos con todo ello, ¿de acuerdo?

Ella asintió con la cabeza mientras su rostro se iluminaba con una sonrisa de satisfacción. Noté como en su interior se sentía de alguna manera aliviada y contenta porque yo hubiese aceptado cumplir con la voluntad de Pascual. Y era lo único que podía hacer por la memoria del hombre al que había amado.

LA SAGRADA FAMILIA

Las parabólicas torres policromadas

Alzan su mirada sobre la ciudad

 

Señoriales ellas con sus pináculos de mosaico veneciano

Anunciando su resplandor, que simbolizan la mitra episcopal

Geometría del espacio, del tiempo de la vida es

Recogiendo en su interior el sentir del autor, con

Armónica interrelación entre plástica y estética

Donde se logra la integración entre contenido y continente, donde

Abundan las formas geométricas regladas

 

Formando un bosque de columnas arborescentes con formas helicoidales

Armónico y estético luce el templo con planta de cruz latina, que

Murmullos de admiración levanta

Intentando adsorber lo que la naturaleza interpreta

La fina luz penetra a través de sus vidrieras coloreadas

Inundando de luz el bosque de sentimientos

Amparada en la penumbra del sentir.

VIERNES SANTO

Ya los tambores

anuncian el desperta

en este viernes santo,

que no es un viernes cualquiera.

 

Ya el amanecer

humedece las vidrieras

de la catedral,

con los destellos del sol

y el orvalló de la noche,

inundando de color

el altar mayor

y la penumbra se arrastra

en la nave principal.

 

Ya los pasos

preparados están,

como los penitentes

para limpiar sus pecados

y mostrar su arrepentimiento.

 

Ya las trompetas

resuenan en la plaza mayor

anunciando el encuentro

entre madre e hijo

que portados son

ante el pecador

que arrepentimiento

solicita.

 

Ya la pasión se siente.

Ya el fervor se palpa.

Ya el recogimiento

se dibuja en la Plaza Mayor.

 

Ya los tambores,

las trompetas,

resuenan en la ciudad,

y a las tres de la tarde

el cornetín anunciara

la muerte del señor.

Ya los pasos se levantan.

Ya los cofrades, a hombros

llevan los pasos

de la vida del señor

recorriendo las calles

con su lento caminar.

Ya la ciudad

huele a incienso,

cirio,

y  pasión.

 

Ya cae la noche

los pasos se retiran,

los penitentes

su aflicción guardan,

las trompetas lloran,

los tambores re-piquean

el adiós

de un Viernes Santo

de un viernes de pasión.

POEMA INACABADO DE COMO PASA EL TIEMPO

Una historia quiero contar

no una historia cualquiera

ni una historia corriente,

aunque corriente es la misma

pues la mía es,

y en verso voy a hacer

no en prosa,

porque la prosa es lenta e intimista

y el verso sentimiento es,

y esta historia corriente es eso

sentimiento.

 

Empezare por el principio

porque el final

aun no está escrito.

 

Abrí los ojos al mundo

para empezar a escribir

la historia de mi destino,

y lo primero que vi

fueron unos ojos vidriosos

llenos de felicidad,

o eso creí,

pues la felicidad

no sabía describir,

uno ojos color almendra

resplandecientes, eran ellos,

en la penumbra de una habitación,

eran los de mi madre

que me daban la bienvenida

y cuidarme quería

con todo su corazón.

 

Eso ocurrió el último día del año

una oscura noche de invierno,

en que los copos de nieve

mansos caían

pintando de blanco

el lugar donde aquella noche

un destino llego,

pueblecito era y es

de un valle maravilloso

donde el agua de sus ríos,

de sus fuentes,

es pura y cristalina.

 

De verdes praderas, es

y altas montañas, también,

con lugareños tranquilos,

un tanto esquivos

y un mucho soñadores,

con sus propios sueños

de libertad,

donde las golondrinas

vuelan de acá para allá

y las cigüeñas

cada primavera

ilusiones traen.

 

Un valle, un lugar

olvidado de la historia,

pues nadie lo conquisto

y el solo

se labro

su propia historia.

 

Aquella noche la nieve

con su blanco manto

las calles,

los riscos,

las praderas,

las cumbres cubrió,

y la abuela aseveró

“año de nieves,

año de bienes será”.

 

Allí di los primeros pasos

las torpes galopadas

de un niño,

los veranos

de mi infancia

allí pase,

lleno de ilusiones

pintando sueños

pescando truchas y ranas,

observando cómo las golondrinas

sus nidos hacían

en el alero con canalón

de la casa de la abuela.

 

Los años,

como el tiempo,

pasa

muy lento para un niño,

muy deprisa para los demás,

todos sabemos

que el tiempo pasa

porque aunque matemos al gallo

nunca deja de amanecer,

el tiempo nunca olvida

ni tampoco deja olvidar

pues el tiempo

solo queda olvidado.

 

Y en eso llego

ese tiempo que es eterno

e indeterminado

donde se escurre

el sufrimiento

y la alegría,

que el tiempo

de la adolescencia es

dejando atrás la infancia

las golondrinas,

las truchas,

las ranas,

el río

y la historia del valle

que me vio nacer

una oscura noche

de invierno.

 

Una nueva etapa emprendí,

lejos de los misterios del valle,

donde mis sueños de infancia deje,

la etapa de la adolescencia es

esa incomprendida

que nadie quiere,

que solo una vez tienes,

y que tantos recuerdos

esconde

en las sombras de la memoria…

hay aquella adolescencia

de murmullos en la clase

de griterío en los pasillos

de pelas en el patio del colegio

de susurros en la iglesia,

de catequesis y monaguillo,

donde los reproches

eran coscorrones,

y la rebeldía

regla y bofetada…

esa etapa

en la que la infancia

aun es un recuerdo

donde refugiarse…

pero… los años

como el tiempo pasan.

 

Así pasa la adolescencia

adentrándote lentamente

en la juventud…

ah, ah, ahaaa, la juventud

divino tesoro

que tantos recuerdos

dejas escritos en la memoria,

aquellas confidencias al oído

bajo los soportales de la plaza mayor,

o en los jardines del Cid,

aquellas tardes

de miradas furtivas,

de miradas de soslayo,

de inocentes caricias,

de ingenuos besos,

de cómplices sonrisas

de secretos guardados,

donde lo prohibido

era conquista…

 

En esa juventud

de rebeldía

llega la mayoría de edad,

y con ella

el primer amor…

hay ese primer amor

donde la ilusión

y la esperanza

parece no tener fin,

y que cuánto dolor deja…

aunque los años

sanan lo que no importa,

o eso decimos con la boca

aunque en la soledad

y el silencio

lamentos del ayer son

ya que el mañana del ayer

es el hoy

de tu destino…

 

Pero eso es una historia

que otro día contare

ya que hoy

en la madurez

contemplo

como pasa el tiempo

rápido y lento

con ese cinismo

que los años vividos

el destino nos da,

porque no quiero

perder el tiempo

en perderme

lo que el presente me deja

que no son más que versos

de un tiempo que no pasa

si en el no te sumerges…

 

Por eso estos versos

del ayer

ya lejano,

de un pasado

ya vivido

que no son más que

recuerdos queridos.

ATARDECER

El atardecer plumboso

cae sobre la ciudad

los cirios de Edison

principian a avivarse

a esa hora en que

los rayos del sol

se difuminan con un beso

sobre el mar

dibujando las alargadas sombras

de un día que se va.

El mundo arrastra,

en la penumbra,

la pesada incertidumbre

del mañana,

pues el hoy

solo ha dejado

los lastimeros rasguños

del indeciso ayer

y las lagrimas

de un indeterminado futuro

hacia los fantasmas

de la noche,

que amamanta los misterios

de los sueños.

BARCELONA

Barcelona cosmopolita ella es,

germen de corrientes artísticas

del diseño vanguardista,

lugar de culto intelectual.

Capital de Cataluña es,

ciudad ibérica original

de la tribu de los Layetanos proviene,

que por Cornelio Escipion

conquistada fue,

convirtiéndola en colonia romana

bajo la protección de Julio Cesar

y de Octavio Luso,

que nombre recibió de

colonia” Laia Augusta Paterna Faventina Berciano”

cuyo nombre a lo largo de la historia evoluciono,

en la Edad Media, con los nombres de

Barchinona, Barcalona, Barchelona,

que en Barcelona se convirtió.

 

Diez distritos la conforman,

el distrito numero uno

Ciutat Vella se llama,

Conformado por los barrios

El Raval,

El Gótico,

La Ribera con Santa Catalina y San Pedro,

y La Barceloneta,

que sus calles

celosamente guardan

la historia de la ciudad

y los misterios de un pasado

lleno de luces y sombras,

donde conviven en armonía

las cuatro estaciones del año,

donde el sonido que las recorre

es una dulce sinfonía

donde las sonrisas son caricias,

donde abunda la brisa

de mil palabras diferentes

poniéndole nombre a la historia.

 

Amplias arterias la recorren

uniendo los distritos

que un día villas fueron

de esta ciudad orgullosa,

en la Plaza Glories Catalanas

convergen las dos principales,

avenida Diagonal, y

Gran Vía de las Cortes Catalanas,

mas el Paseo de Gracia,

que en la Plaza de Cataluña nace

es la más popular y la mas señorial,

pues por ella caminan

penas, alegrías, desazón

y también la admiración.

 

Barcelona es ciudad Universal

llena de color y diversidad

que agradable hacé a la ciudad,

y también es ciudad

de escritores y poetas, que

como almas sensibles que son

desean sentir y compartir

los secretos y misterios

de esta ciudad sin par.

COLORES DE ESPERANZA

Blanco es el lienzo del pintor.

Blanco el papel del poeta

donde una boceta y otro rasga

la silueta de la esperanza, y

blanca es la sabana, donde

la pasión de amor refleja

las caricias de la piel, y

blanca también es la ilusión

del primer beso,

del primer abrazo,

del primer te quiero.

 

Verde es el jardín

que en primavera florecen

los capullos de las rosas,

como las sonrisas del ayer

en el que el tiempo se detuvo

al descubrir tu rostro

en las sombras del futuro incierto

dentro del delirio excesivo

en las que descubrimos el amor.

 

Rojo es el color de la sangre,

del corazón, de la pasión

donde el amor tendrá que luchar

contra la maldad, la envidia,

las intrigas, la venganza,

los secretos del pasado,

para poder triunfar

y pintar el amor con

el color de la pasión

 

Amarillo es el fulgente amanecer

que al abrir los ojos

los sueños se desvanecen

en el adagio del recuerdo

dejándote una sonrisa

de quizás.

 

Azul es el cielo

que viste nuestra vida

por la que caminamos

cogidos de la mano

susurrando palabras…

sentidas.

Azul es el mar

en el que bañamos las penas

y cicatrizamos el dolor.

 

Tras el Blanco, Verde,

Amarillo y Azul,

viene el negro de la aflicción

dejando la negra oscuridad,

pues Negra es la noche eterna

donde los sueños se detienen,

las ilusiones se pierden

y la esperanza se cancela.

CIUDAD UNIVERSAL

Recorro la ciudad de las emociones,

de la diversidad,

de los sueños imposibles

de las ilusiones perdidas

en el laberinto

de la incomprensión,

de la sin razón

que en la perfecta cuadricula

de sus calles se dibuja

y en la plaza de Cataluña

se expone, y ante

el Palacio de la Generalitat

se grita con pasión.

Me adentro en la Ciutat Vella

ajeno a la incomprensión,

que aunque razón tienen

la pierden con su sin razón,

dejando que el Gótico,

la Rivera, las Ramblas y el Raval

me cuentan la historia

de esta ciudad universal

donde el poeta siente

los sueños de la diversidad

y el llanto de una ilusión

que no llega.

PASEO DE GRACIA

Por el paseo de gracia

baja la alegría

deshilachando la desgana

de un día gris de primavera

hilvanando los sueños de la ciudad,

entre la Pedrera, y

la casa de Batllo

para admirar las sinuosas curvas

de una mente curiosa

que en ellas quiso dibujar

la geometría de sus sueños,

pues Gaudí fue su autor,

ese personaje que la brisa

del Mediterráneo supo plasmar

en el cielo abierto de la cantera.

LA NOCHE MISTERIOSA

La noche, se muestra misteriosa

Llena de su peculiar embrujo

Sonríe, pues es

La noche misteriosa

Del embrujo

En ella tú te hayas

Esperando un no sé que

Que embruje tu noche

Para que sea

Esa noche misteriosa

Qué esperas en tu día a día

Aunque solamente sea

Una noche misteriosa

SUSURROS DEL PRETÉRITO X

»Eso fue lo que más me llamó la atención de Pascual. Nuestras habitaciones estaban pegadas una al lado de la otra; al segundo día de nuestra estancia en la residencia, él ya estaba tumbado en mi cama haciéndome todo tipo de preguntas y contándome cosas de la pandilla de amigos de su ciudad natal, sobre todo de Nicolás, su amigo del alma. No te puedo decir el motivo por el que me eligió a mí desde el primer momento para que fuese su amigo, su compañero. Lo desconozco. A partir de entonces, más o menos, fui siempre a remolque de él. Fonseca era un tipo brillante y nada engreído, él había leído y leía más que nadie de todo: poesía, novela de todo tipo, filosofía, historia, los clásicos.

»Era un tío que siempre iba por libre, a su aire, las asignaturas y las clases le aburrían, no le importaban las notas, se presentaba a los exámenes y los sacaba con notables y sobresalientes, pero eso era lo de menos, le daba lo mismo que fuese un diez que un cinco, faltaba mucho a clase y se pasaba las mañanas encerrado en la Biblioteca Universitaria, en Rúa do Franco.

»Fonseca tenía tantas ideas sobre todas las cosas que aprendí más de él que en ninguna de las clases a las que yo asistía. Supongo que para mí fue un caso transcendental de adoración a alguien a quien idolatraba, pero, pese a toda esa devoción, Fonseca me ayudó y mucho, y yo eso no lo he olvidado ni lo olvidaré en mi vida.  Ha sido la persona que realmente me ayudó a pensar por mí mismo, a tomar mis propias decisiones y elecciones. De no ser por Fonseca, estoy totalmente convencido de que nunca habría sido médico. Me pasé a la medicina porque el amigo Pascual Fonseca me convenció de que debía hacer lo que deseaba hacer realmente y no lo que los demás quisieran que hiciese o lo que decidiesen por mí, y es todavía hoy el día en que le estoy tremendamente agradecido por ello. Agradecido porque me enseñó a ver y conocer mi camino interior…

»Hacia la mitad del cuarto año de Fonseca en la Facultad, un día tomando un café me dijo que iba a dejar la facultad. Me sorprendió realmente la seriedad y la seguridad con que me lo dijo. Me dio una serie de explicaciones, familiares y también personales, por las que se sentía inquieto y deseoso de abandonar la universidad. Que me convencieron. Hablé con mi padre, que era el propietario de una naviera por aquel entonces, a través de él, conseguimos hablar con el presidente de la Zona Portuaria de Vigo, y él le consiguió trabajo en un barco. Mi padre le organizó todo muy bien, le ahorró a Fonseca todo el papeleo que precisaba para embarcarse, unas semanas más tarde se fue, sin despedirse tan siquiera, supe de su marcha por mi padre. Me molestó el hecho de que no se hubiese despedido de mí, sin embargo, me alegraba de haber podido hacer algo por él. Supe de Fonseca durante los primeros seis meses de su marcha, a través de postales de un sitio y otro. En ellas me preguntaba por cosas cotidianas, y por cómo me iba la vida por la facultad, como si fuese un día cualquiera…

»Pero luego, más tarde, todos esos buenos sentimientos que yo tenía hacia él me estallaron en la cara, mi héroe de repente se convirtió en un héroe con pies de barro que se rompió en mil pedazos, un día, al caérseme de las manos… –Como nos ha pasado a todos los que de alguna manera lo conocimos más íntimamente–.

»Al año y medio, más o menos, de terminar en la Facultad de Medicina, me casé y nos fuimos de viaje de novios a Nueva York. Un día de los que permanecimos en esa ciudad, andando de la mano de mi esposa por la Quinta Avenida, nos encontramos de frente con Pascual Fonseca, allí mismo, en plena calle de la Quinta Avenida. Fue una auténtica sorpresa. Yo estaba encantado de verlo, y muy sorprendido, la verdad, a la vez que contento de encontrarlo allí después de tanto tiempo, habían pasado casi tres años al menos; le presenté a mi esposa, y lo invitamos a que nos acompañase a comer, con la intención de que hablásemos para ponernos al día de cómo le había ido, pero él se disculpó con que llegaba tarde a no sé qué reunión, apenas me dirigió la palabra, noté que se sentía incómodo con nuestra inesperada presencia. Era como si se hubiera olvidado de mí. Lo encontré en aquel momento tenso, muy rígido, hasta grosero diría. Tuve casi que obligarle a coger mi dirección y mi número de teléfono, es más, se lo metí yo mismo en el bolsillo de su chaqueta. Prometió que me llamaría antes de que nos marchásemos, para pasar un día los dos juntos. Pero, por supuesto nunca lo hizo.

»Me dolió mucho, te lo puedo asegurar. En los días que estuvimos en Nueva York no dejé de darle vueltas ni de preguntarme por su actitud, incluso, en el viaje de regreso mi cabreo me hizo pensar que era un hijo de perra. ¿Quién se creía que era? Ni siquiera me dijo qué hacía, eludió mis preguntas. Adiós a los tiempos de la universidad, pensé. Adiós a la amistad. Me dejó un sabor amargo en la boca.